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El síndrome de fragilidad del anciano es un conjunto de síntomas que atacan al 12% de la población mayor de 65 años de edad que se caracteriza por producir una disminución en el funcionamiento normal del organismo y en la resistencia del adulto mayor, lo cual desemboca en una pérdida de la fuerza muscular, flexibilidad, coordinación, el equilibrio, tiempo de reacción y balance.
Generalmente estas disminuciones suelen producirse en situaciones estresantes y provocan ciertos efectos dañinos en la salud como, por ejemplo: discapacidad, caídas, fracturas, complicaciones postoperatorias, formación de coágulos de sangre en las venas, mala salud, hospitalización y, en los peores casos, la muerte.
En cuanto a la prevalencia de dicho síndrome, se debe acentuar que en América Latina oscila entre un 21 y 35% en el caso de los hombres, mientras que es más común entre el 30 y 48% de las mujeres adultas mayores.
Los signos y síntomas que se presentan durante el síndrome de fragilidad del anciano son los siguientes:
Los principales factores de riesgo que influyen directamente con la aparición del síndrome de fragilidad del anciano son los siguientes:
Además de estos factores, es importante resaltar que la población latinoamericana es más propensa a sufrir este síndrome gracias a las deficientes condiciones socioeconómicas que se encuentran en el continente como, por ejemplo, la pobreza, malnutrición, malas condiciones laborales y de salud, falta de educación, empleos de gran esfuerzo físico, etc.
Durante el envejecimiento surgen dos cambios físicos muy importantes y que forman parte de las principales causas del síndrome de fragilidad del anciano. Estos son, la pérdida de masa ósea (osteopenia) y la pérdida de masa muscular (sarcopenia).
La osteopenia es una afección que se caracteriza por producir una pérdida de masa ósea además de un debilitamiento en los huesos. Esto ocurre en muchos casos cuando los huesos sufren una deficiencia de calcio y su interior se vuelve quebradizo, algo que es muy común durante el envejecimiento y que, en algunos casos, puede desencadenar en el síndrome de fragilidad del anciano.
Los factores que aumentan el riesgo de padecer osteopenia son:
Sin embargo, se puede evitar la aparición de la misma de la siguiente forma:
La sarcopenia es una enfermedad que se origina de manera progresiva y generalizada en el músculo esquelético, provocando así una disminución de la fuerza muscular, del rendimiento físico y de la masa muscular.
Dicha afección puede ser causada por factores naturales relacionados con el envejecimiento, así como también otros elementos que surgen con la edad como es el caso de la inactividad física por una hospitalización discapacidad o simplemente por un estilo de vida sedentario.
Otras causas relacionadas con la aparición de la sarcopenia son las siguientes:
Para evitar la sarcopenia se les recomienda a los adultos mayores que realicen ejercicios diarios de estiramiento, piernas, brazos, movimientos contra resistencia y ejercicios anaeróbicos. Si quieres más información, puedes revisar el artículo que hicimos sobre los ejercicios para el adulto mayor.
Tanto la nutrición como la actividad física son dos elementos fundamentales para prevenir y tratar el síndrome de fragilidad del anciano, ya que, hasta los momentos, en los estudios realizados no se ha encontrado ningún medicamento que pueda prevenir, mejorar o revertir el síndrome con una efectividad demostrada. Por lo tanto, es importante detectar el síndrome a tiempo y mejorar la calidad de vida de la persona mediante ejercicios y una dieta balanceada para retrasar el deterioro de la salud física en el adulto mayor.
El ejercicio físico es un método ideal para evitar la fragilidad y las consecuencias de la misma. Esto sucede gracias a que le aporta grandes beneficios al cuerpo, además de incrementar la masa muscular y mejorar el balance en los ancianos frágiles para así prevenir futuras caídas que puedan desembocar en fracturas o lesiones graves.
Además de esto, el ejercicio es capaz de mejorar la fuerza, así como también la función física en los adultos mayores y el rendimiento en las actividades fáciles y complejas de la vida diaria.
En este caso se deben realizar sesiones diarias de 30 a 45 minutos y repeticiones mínimas de 3 veces a la semana de los siguientes ejercicios:
Los programas de ejercicios para adultos mayores no deben ser practicados por aquellas personas que cumplan con cualquiera de las siguientes características:
Para la prevención o el tratamiento del síndrome de fragilidad del anciano es importante adquirir calorías y proteínas que eviten la desnutrición, junto a otros micronutrientes con actividad antioxidante como es el caso de las vitaminas A, C, D, E, α y β carotenos. Cada uno de los componentes anteriormente mencionados se pueden obtener a través de la leche, los vegetales, la carne y las frutas.
Es importante eliminar el consumo de tabaco, alcohol y las bebidas con un alto contenido de oxalatos y fosfatos como las bebidas de cola y gaseosas.
Cuando se desarrolla el síndrome de fragilidad del anciano se debe mejorar y mantener el estado nutricional de la persona durante la enfermedad con ayuda de los complementos nutricionales orales que se pueden encontrar en el mercado actual.
Por otro lado, algunos estudios han determinado que existe una relación entre los bajos niveles de vitamina D en el organismo y la disminución de la masa muscular que provoca esta afección, junto a la pérdida de fuerza muscular y el incremento de caídas. Por esa razón es importante prevenir el déficit de dicha vitamina, ya que es una forma de evitar estos tipos de problemas.
Como anteriormente lo mencionamos, las intervenciones farmacéuticas para tratar este síndrome no han demostrado un efecto eficaz que pueda mejorar los síntomas del mismo, mientras que las rutinas de entrenamiento de resistencia para recuperar tanto la fuerza muscular pérdida como la masa muscular, garantizan una gran recuperación en la persona y detienen el desarrollo de la enfermedad si esta es detectada y tratada a tiempo.
Si se sospecha de la presencia del síndrome de fragilidad del anciano en un familiar o en cualquier otra persona conocida, es de suma importancia acudir al médico de cabecera lo antes posible para que el experto realice las pruebas necesarias que le permitan saber si la persona sufre de este síndrome o no. Para su diagnóstico el médico se basará en dos técnicas muy sencillas:
La primera de ellas es la propuesta de Ensrud y otros colaboradores que se encarga de valorar la cantidad de pérdida de peso durante los últimos 3 años, la incapacidad para levantarse 5 veces seguidas de una silla sin utilizar los brazos y el nivel de energía de la persona. Según la puntuación que el anciano obtenga al finalizar el cuestionario, se podrá determinar si es una persona robusta o frágil.
Por otra parte, también se encuentra un cuestionario muy sencillo y fácil denominado como “FRAIL”. Dicho cuestionario fue creado por la Asociación Internacional de Nutrición y Envejecimiento y fue validada en 6 estudios diferentes. En esta ocasión se estudia la fatiga, resistencia, capacidad del organismo para producir energía, para descartar existencia de alguna enfermedad mental y pérdida de peso.
Al finalizar las pruebas se analizarán los puntos conseguidos y se podrá saber si el adulto mayor padece del síndrome de fragilidad.
En el mercado actual se pueden encontrar varios dispositivos o instrumentos especialmente diseñados para ayudar a la movilidad de la persona cuando se padece del síndrome de fragilidad del anciano. Estos son:
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